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Intelectualidad y Discrepancia
Hacia un discurso de refutación del consenso

   Resulta inquietante que la mayor parte de conceptos con los que uno pretende construir un discurso contengan una o varias connotaciones altamente negativas. Cuando citamos a pensadores politólogos como Chantal Mouffe o Serge Latouche, los cuáles proponen el conflicto y el decrecimiento como soluciones de orden político-social, resulta problemática su defensa, por el uso que estos autores otorgan a esos términos, asociados  lingüísticamente en otros ámbitos a elementos no deseables. Es paradójico a su vez que círculos como algunos contextos de arte contemporáneo emergente, auto-proclamados adalides de proyectos cuya base es la generación de toda clase de alternativas, y en los que cada vez es mayor la importancia de los aspectos discursivos, tengan también como característica una suerte de consenso, equiparable al argumentario de un partido político o a un dogma de fe. Ante esta paradoja, se propone construir colectividades plurales en las cuáles sea necesario el conflicto mantenido bajo un desacuerdo en los criterios, donde la externalidad, la narratividad y la redundancia constituyan un nuevo léxico del uso y de los ecosistemas artísticos.

   Alberto Buela en la revista DISENSO dice que “El diálogo era para los griegos un método de conocimiento por el cual en el marco de una conversación racional e inteligente el hombre podía tener acceso a la verdad de la cosa o asunto estudiado. La palabra diálogo, construida por el sufijo diá y el sustantivo logos  significa etimológicamente “a través de la razón”, motivo por el cual la racionalidad es la conditio sine qua non de todo diálogo.” Defiende el disenso, el desacuerdo en una cuestión particular, como ingrediente necesario para el encuentro dialéctico. Se apoya en la creencia de que se le da un mal uso a la palabra diálogo en los circuitos contemporáneos. Al equiparar el diálogo a un modo de pacifismo, se desactiva su potencial constructor. Se da que las partes, que se presuponen enfrentadas, en realidad divagan sobre un acuerdo preexistente, cuando lo deseable sería reconocer las diferencias. Y este reconocimiento desemboca en el conflicto de Mouffe.

   Por definición, el conflicto es una situación en que dos o más individuos con intereses contrapuestos entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas. Por su condición a menudo extrema o por lo menos confrontacional en relación a objetivos considerados de importancia o incluso urgencia (valores, estatus, poder, recursos escasos) el conflicto genera problemas, tanto a los directamente envueltos, como a otras personas. Chantal Mouffe, politóloga de la Universidad de Westminster, postula sobre un nuevo imaginario político que no gira alrededor del consenso racional, sino en torno a un pluralismo agonístico que se caracteriza por reconocer que la política nunca podrá prescindir del antagonismo, ya que todo “nosotros” implica la existencia de un “ellos”. La “domesticación” de los conflictos alienta una alternativa a la exclusión en la tarea democrática de la existencia de los mismos. Evidentemente, la dicotomía presentada por Mouffe se manifiesta en la institución arte, de forma continua además, casi sintomática. Por lo cuál, cabe cuestionarse si la discrepancia en un entorno de consenso sirve, funciona o tiene cabida.
 

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Rubén Oliva (Barcelona, 2015)

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